Mujer,
si te han crecido las ideas,
de
ti van a decir cosas muy feas,
que,
que no eres buena, que, que si tal cosa,
que
cuando callas te ves mucho más hermosa.
Mujer,
espiga abierta entre pañales,
cadena
de eslabones ancestrales,
ovario
fuerte, di, di lo que vales.
La
vida empieza donde todos son iguales.
Angela
Jean, o antes Manuela,
mañana
es tarde y el tiempo apremia.
(Letra
de la canción “Mujer” de la maestra rural y cantautora mexicana, Amparo Ochoa)
Se
aproxima la conmemoración, que no celebración, del 8 de marzo, del Día
Internacional de la Mujer Trabajadora. Desde las Asociaciones de Mujeres y
desde las instituciones públicas, como es el caso de mi Ayuntamiento, ya hemos
pisado el pedal del acelerador de la maquinaria que permita poder organizar una
serie de actividades que se puedan desarrollar a lo largo de esa “semana de la
mujer” en la que todas las personas que participan salen a la calle con un
lacito violeta en la solapa. Son fechas de publicar informes y datos sobre la
situación de las mujeres, mejor dicho, sobre la situación de desigualdad y
discriminación, cuando no de sometimiento de las mujeres, por el hecho de haber
nacido mujer. Días en los que todas las organizaciones y personas a las que por
norma general ni se les ve ni se les espera en lo cotidiano, pero que en aras
de practicar lo políticamente correcto en el marco de la democracia, de la
justicia, de la solidaridad y de la lucha por la emancipación y reconocimiento
de las mujeres, lanzan sus manifiestos públicos cargados de soflamas de
denuncia y también de reivindicación, intentando borrar con el codo lo que
previamente escribieron con la mano. Ni más ni menos lo que se viene repitiendo
en los últimos años; tiempo en el que me sigue sorprendiendo que las mismas
mujeres de asociaciones diversas, como otras mujeres cargos públicos u
orgánicos, pongan en tela de juicio que este día lleve por nombre “Día
Internacional de la Mujer Trabajadora”, porque hace tiempo que sólo es el “Día
de la Mujer”. Esto me sorprende, pero más me duele el comprobar cómo se ha ido
perdiendo nuestra memoria colectiva, hasta el punto de que se haya ahondado en
el desconocimiento progresivo, ya no solo de esa historia y del verdadero
significado de la conmemoración de este día, sino la importancia y la necesidad
de traerlo a colación de forma permanente.
Con seguridad, alguna persona que esté leyendo este prólogo
al libro de Vicent Soriano sobre Mahyuba, se andará preguntando qué tiene que
ver el caso que nos ocupa, la historia del libro, con la conmemoración del Día
Internacional de la Mujer Trabajadora. Tan solo puedo decir que todo, tiene que
ver todo. La situación vivida por Mahyuba no es solo la de ella, es la de
tantas y tantas mujeres en el mundo que padecen realidades tenaces y anómalas,
porque las circunstancias de discriminación de las mujeres con respecto a los
hombres es la misma en cualquier parte del mundo, se llame la mujer como se
llame, viva donde viva, practique la religión que practique y pertenezca al
grupo cultural que pertenezca. No existen sociedades patriarcales, lo que coexiste
es un sistema patriarcal único que se muestra más o menos agresivo, más o menos
tolerante o condescendiente con las mujeres y sus derechos como ser humano, en
función de la latitud donde se haya nacido y en función de la historia de lucha
por la liberación y subversión de las relaciones de poder y propiedad que les
precedan.
Aún no ha corrido mucha agua bajo el puente. Escasos meses
desde que saltaba a la prensa el caso del “secuestro de Mahyuba”. Lo que sí es
cierto es que el agua ha bajado muy turbia en demasiados tramos, como también
es cierto que ha servido para despejar bastante los márgenes del río, sobre
todo en lo que se refiere a la verdadera posición y coyuntura parcelada que
viven las mujeres jóvenes saharauis en su propia sociedad, entre su propio
pueblo, inherente a su condición de mujer, sumando otras categorías conexas
como su estatus de refugiadas, exiliadas y ocupadas en su propia tierra, pero
también sobre el verdadero papel que está jugando la UNMS (Unión Nacional de
Mujeres Saharauis), más aún en los últimos años, en su trabajo por la
“emancipación” de las mujeres de su pueblo.
La laceración que produce despojarse de las dependencias
emocionales y romper con las contradicciones entre lo que se ve durante años,
se constata, pero se niega “todo por la causa”, y lo que realmente se cree, se
piensa y se intenta llevar a la práctica, resulta demoledora. Romper con
discursos aprendidos, en los que se creía (o quería creer), con “relatos de
hazañas de héroes y heroínas que representan ideales de una clase guerrera o
aristocrática y de toda una sociedad que asocia a estas personas con sus
orígenes y destino como pueblo”; descomponer esa épica construida con mi propia
complicidad pasional sin salir dañada ni herida, es bien difícil, por no decir
imposible; aunque al mismo tiempo provoca una sensación de liberación que solo
puede conseguirse cuando a las cosas se las llama por su nombre y cuando una
deja de autoengañarse, de engañar creyendo que era lo que “tocaba” y de
permitir que la engañen más. Es lo que me ha sucedido, no en los últimos meses,
sino desde bastante tiempo atrás, con pequeñas o grandes cosas que se han
vivido, que se han presenciado, que se han justificado…, aunque sin alegato
posible.
Desde que con once años, a raíz de que mi padre me hablara
del Frente POLISARIO, me presentara en la Fiesta del PCE en la Casa de Campo de
Madrid a los miembros de la Delegación Saharaui que había llegado para
participar en ella. Desde que me mostrara unas fotografías de unas mujeres
empuñando un fusil, luchando por la independencia y la libertad de su pueblo en
un artículo publicado en la Revista “Viejo Topo” en diciembre del año 1975, así
como otras menciones en el “Mundo Obrero” de cuya distribución era responsable
él mismo, mi padre, al tiempo que me hablaba de la “camaradería” existente
entre su partido y el Frente Popular de Saguia el Hamra y Río de Oro estando
ambos en clandestinidad; desde los primeros artículos publicados en los que se
explicaba cómo era la vida militante de unas mujeres exiliadas y refugiadas
(entonces parecía que la defensa de los DD.HH en los Territorios Ocupados no
existía ni en la hoja de ruta del mismo F.P., cuando menos en la de las
organizaciones amigas, para las que solo existían los campamentos de refugiados
y refugiadas), ganaron una niña-joven-mujer implicada con la causa del pueblo
saharaui a tiempo y vida completos, algo así como una “opción de vida”, que
conectaba su visión internacionalista y feminista de la vida con esta lucha y que
en cualquier espacio o foro de participación en el que estaba presente como
invitada o como integrante de una organización, ponía como condición el trabajo
para y por “la causa saharaui”. Todo ello no exento de contratiempos personales
y grupales complicados. Los años dan para mucho, para bueno y para malo, pero
la opción militante hacía resistir y relegar todo lo malo.
Si hoy por hoy existe un retroceso a nivel mundial en los
derechos y libertades fundamentales de las mujeres, según ha dicho el Grupo de
Expertas sobre la Discriminación contra las Mujeres (CEDAW en sus siglas en
inglés), en el que además advierten del peligro de que se pierdan los avances
logrados durante los últimos 100 años de lucha por la igualdad. Si estos
derechos están en constante amenaza. Si en este informe, hecho público con
motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora del
año en curso, es decir, 2015, se dice además que “estamos viendo signos
represivos, a menudo en nombre de la cultura, la religión, las tradiciones, que
amenazan el duro progreso alcanzado. Estamos viendo intentos de restringir el
lugar de la mujer a la esfera doméstica, y a pesar de la importancia de la
familia, su protección no puede ir en detrimento del derecho de las mujeres a
la autonomía. Que la discriminación contra las mujeres persiste en todas las
esferas, la pública, la privada, en tiempo de guerra, en tiempo de paz, y en
todas las regiones del mundo donde continuamos siendo testigos de inimaginables
formas de violencia en nombre del honor, la belleza, la pureza, la religión y
la tradición”. Si esto está sucediendo en todo el mundo, si esto no se niega en
muchas partes de ese mundo, como por ejemplo el Estado Español, ni siquiera por
parte de las instituciones públicas y mucho menos por parte de la sociedad
civil, organizada o no, y menos aún por parte de las organizaciones de mujeres.
¿Por qué sí se niega desde el Gobierno de la República Árabe Saharaui
Democrática, cuando esta forma parte de este mundo globalizado y no vive en una
parcela desierta al margen de lo que suceda alrededor? O lo que es peor, ¿por
qué se niega desde la misma organización SÍ gubernamental que aglutina a todas
las mujeres saharauis en la RASD, es decir, la UNMS o incluso desde el mal
llamado “Movimiento de Solidaridad con la Causa Saharaui”? ¿Tiene algo que ver
con la necesidad de sostener esa épica que se ha construido y difundido a lo
largo y ancho del mundo durante todos estos años por objetivos que en nada obedecen
a la lucha propia por la libertad de las mujeres saharauis y puede que hasta
incluso a la libertad de este pueblo?.
Si
hubo transgresión por parte de las mujeres ante ciertas normas sociales en los
primeros años de la “revolución”, como así se pudo constatar incluso en los
artículos y las fotografías que mencionaba, donde se idealizaba a la mujer
saharaui, y fruto de esa transgresión hubo logros… concedidos por la otra mitad
de la sociedad, los hombres, que precisaban en esos momentos de lucha armada
que alguien asumiera “el mando” en los campamentos, también hay que decirlo, ¿por
qué se permite, precisamente por quien no debiera hacerlo, el avance de estas
regresiones convirtiéndose en cómplices necesarios o necesarias de ello con
pronunciamientos públicos insostenibles? Lo que es cierto, y aquí no se está hablando
por boca de ganso, es que los hechos constatables denunciados y explicados por
la misma Mahyuba cuando declara en una entrevista en el programa de radio
“CLANDESTINO”, que la misma Responsable de la UNMS en su Wilaya le dice en la
jaima de su familia que “la única ley que impera en la sociedad saharaui, en
los campamentos de Refugiados Saharauis gobernados por el Frente POLISARIO es
la Sharía, y que las mujeres nunca se emancipan y están sometidas a lo que su
padre disponga…porque nunca son mayores de edad”.
Llegados
a este punto, hago mías las palabras de la Doctora Lehdía Mohamed Dafa en su
artículo “¿Existe un feminismo saharau?i”, cuando dice “La situación actual de
las mujeres saharauis en los Campamentos de refugiados exige un análisis más
profundo, más allá de la utilización política para la causa y del superficial e
infundado discurso propagandístico con tintes de progresismo y modernidad, divulgado
a lo largo de estos años y que no se corresponde en nada con la realidad que
viven las mujeres.
Es
urgente reflexionar desde una perspectiva de género, para crear y desarrollar
un verdadero movimiento feminista, autónomo, que lidere la lucha de la mujer
por la igualdad de derechos y por su plena incorporación, en libertad, a la
vida social y política. Esta sensibilización y lucha en ningún caso debe seguir
supeditándose y postergándose a la consecución de la independencia nacional.”
Abordemos
pues a la par, como he hecho desde el principio de este prólogo, la
conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, reivindicando,
desde el recorrido de las mujeres que nos consideramos feministas, o que no
saben que lo son aun siéndolo, todos los esfuerzos de lucha que venimos
realizando para conseguir la autonomía, la libertad, el reconocimiento, la
igualdad, seguridad, integridad y dignidad para todas las mujeres, incluidas
Mahyuba, Koria, Hakima, Darya, o Josefa y Esther, porque estamos hablando de la
misma cosa. La fuerza de los hechos se impone, y sirva lo vivido para continuar
exigiendo todos los derechos, para todas las mujeres y para todos los días que
nos permitan ser y hacer lo que cada una de nosotras quiera; para conseguir ser
ciudadanas que nada tengamos que ver con imposiciones normativas o con
estereotipos religiosos, culturales y sociales encorsetados, sin ser
incompatible todo ello con la defensa de una colectividad de la dimensión de un
pueblo sino todo lo contrario: es complementario, imprescindible y necesario.
No sigamos permitiendo que las mujeres saharauis tengan que seguir instaladas
en la encrucijada de la doble segregación por motivos que suman y siguen.
Isabel Galeote Marhuenda
Una mujer